sábado, 20 de octubre de 2012

A fuego.



Nos gusta vivir deprisa, al límite de nuestras posibilidades.




Es el morbo de la velocidad.
 El vivirlo todo tan intenso que al día siguiente se convierta en un recuerdo nublado. O  más claro que el presente que estés viendo.
El ansia. Rápido más rápido. Y fuerte.
Entre perder el sentido y el placer de vivir sin ser.
Nos gusta que la coherencia pierda razón, actuar sintiendo sin pensar.
A veces hay que frenar.
A veces lo intenso se vive suave. Despacio, degustando cada acción, despedazando cada momento.
Tenemos que frenar, pensar en lo que hacemos y como lo sentiremos. Asegurarnos de que lo recordaremos con orgullo, satisfacción. Asegurarse de no arrepentirse de nada.
 A la mierda con eso.
No, sigue viviendo rápido. Disfruta a la fuerza.
El futuro es el presente. No hay que construirlo, deja que surja.
Porque dejarse llevar es el mayor placer descubierto por la mente.
Algo brutal. Acelerado.
 Sin respirar.
Temblar por dentro, correr por fuera y nunca mirar hacia adelante, nunca mirar para atrás, mirar en ti.
Pisar muy fuerte, sintiendo el momento.
Ese fluir que a la vez te paraliza.
Que hace que esa corriente de emociones moje tu cuerpo.
Imágenes en descontrol que te presionan los ojos.
Pulso tan vibrante que huye por los dedos.
Sensaciones tan fuertes que circulan por tus piernas.
Un vivir tan grande que te hunde el pecho.
Gritos tan espesos que llenan la boca.
Estamos para hacerlo todo muy fuerte.
La velocidad para el placer.
 Hasta el día en el que te pares en seco.


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