De vuelta en esta maravillosa terraza con olor a verano y a nuevas experiencias. Tengo mucho que contar, pero de momento, sólo estoy pensando.
Y pienso en que a veces, las casualidades pueden joderte de una forma descontrolada, enmascaradas de placer.
Pero me encantan.
Me encantan las casualidades y sus formas de cambiar lo que se supone, dicen, está escrito. Porque modifican todo lo que intentamos dibujar con las suposiciones y el futuro.

Y después está siendo ahora.
He vivido una casualidad. Una situación que podría no haber sentido y me ha traído algo maravilloso. Algo con lo que inundo la mente las infinitas horas de los días y con lo que me revuelco las cálidas noches de este inestable verano.
Y lo necesitaba. Porque ya llevaba demasiado tiempo vacía y tenía miedo a olvidarme de sentir. De no recordar esa sensación de plenitud de la que todos habláis cada segundo. Y es maravilloso, sobre todo porque ha sido inesperado, y cuando se mezcla casualidad con sorpresa, eso... eso ya es explosivo. Y se te llena la cabeza de colores y placeres, vuelves a sentirte viva y a comenzar a volver a ser tú misma.

Lo único malo, es que se ha acabado. Y tengo miedo. Sí miedo, miedo a volver al vacío tan horrible del que suelo hablaros, de que mi momento acabe de terminarse y no vuelva en mucho tiempo.
Pero en seguida vuelvo a la superficie. Y es que no pienso dejar que eso pase. Pues no voy a dejar que el destino exista y voy a crear mis propias casualidades. Yo voy a ser mi futuro.
Y a ti decirte que gracias, que ha sido precioso y que continuaré contigo, aquí, en alguna parte. Has sido mi casualidad y quien sabe si lo seguirás siendo.
Porque si te vas y me quedo en esta calle sin salida, puedo salir por la entrada.
Os quiero, por casualidad.